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Una habitación con muchas puertas

miércoles, 6 de enero de 2010 Dejar un Comentario

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Imagina por un momento que tú vives en una habitación que tiene muchas puertas. Tiene tantas, que no las has abierto todas, algunas porque no ha habido necesidad de que las abras, y otras porque ni siquiera sabes que están ahí, posiblemente están cubiertas por algún mueble o algún otro objeto grande. Imagina también que de todas esas puertas algunas te conducen a lugares muy bellos, otras te llevan con personas a las que quieres mucho y su presencia te hace sentir bien. También las hay que te llevan a sitios tediosos y aburridos, o aquellas que te conducen a lugares en donde la diversión nunca termina.
Pero hay otras, que te transportan a lugares horribles y tenebrosos, algunas te llevan a sitios en donde se despiertan en tí las más bajas pasiones, o que te hacen sentir una ira incontrolable, o angustia y ansiedad, o miedo. Y hay las que te llevan a parajes en donde sientes inevitablemente mucho dolor.
Existen quienes saben distinguir sabiamente unas puertas de otras y solo eligen las que les brindan sentimientos edificantes, evitando en lo posible las demás. Pero también hay quienes tienen la patología de entrar una y otra vez por aquellas puertas que de antemano saben que les van a propiciar dolor, y han desarrollado una malsana necesidad de ir a esos nefastos lugares.
Ahora bien, imagina que tu mente, y la de cualquier persona es una habitación como la de nuestro ejemplo, y las puertas representan nuestros recuerdos y experiencias. Pero hay dos puertas que son diferentes al resto, la primera de ellas no te conduce a ninguna experiencia pretérita sino que te lleva a la vida en tiempo real, a lo que está sucediendo en el eterno presente. Y la otra es la más misteriosa de todas las puertas de la habitación en la que vives, porque esa puerta te conduce al futuro, a las cosas que todavía no suceden. Es una puerta que está bien cerrada y al parecer tú no tienes la llave que la abre, tan sólo escuchas de vez en cuando ruidos y rumores. Existen rumores de personas que afirman haberla abierto y que conocen el futuro.
Bajo este esquema, es posible observar varias cosas. Hay personas que viven en una habitación amplia, limpia, confortable, luminosa llena de objetos bellos y elegantes, esas personas viven felices y en paz en su habitación. Y en oposición hay quienes viven en una habitación estrecha, oscura, desordenada, sucia.
Entre estos dos extremos nos encontramos el resto de las personas, así entonces, hay miles de matices de estados de conciencia. Y a partir de ello podemos pasarnos horas y horas especulando sobre las diferentes configuraciones que pueden llegar a tomar las habitaciones de las personas. Hay personas, de hecho, que han dedicado su vida a estudiar esas habitaciones, ellos se hacen llamar psicólogos.
Cuando representamos nuestra mente con una habitación con muchas puertas, nos es más fácil entender muchas cosas, como por ejemplo, hay personas que por mala cultura suelen, como decía al principio, buscar cosas que las lastiman, y es así que se la pasan subordinando su presente a experiencias dolorosas que han vivido. Y así nos encontramos al que piensa que todas las mujeres son tontas, o malas, o a la que piensa que todos los hombres son traicioneros, o el que se la pasa demostrándole a su padre que “no es un tonto”, como siempre se lo dijo su progenitor. También hay personas que se la pasan autocastigándose porque en algún momento de su vida hicieron algo que le ocasionó daño a algún ser querido, y sienten que son malvados. Y un largo etcétera de casos, algunos que nos pondrían la carne de gallina.
Las puertas de nuestra habitación que nos llevan a lugares donde nos sentimos libres y felices, son verdaderos tesoros que nos sirven como vitaminas en esos otros momentos de nuestra vida en donde necesitamos algo de dónde asirnos para seguir adelante. Es tranquilizante saber que siempre hay lugares en nuestra mente que nos dan paz, energía y consuelo en momentos críticos. Sin embargo hay que estar siempre muy atentos para no abrir esas otras puertas que nos roban esa misteriosa materia protéica con la que está hecha nuestra existencia. La vida es una oportunidad, que no debemos desperdiciar en estar tristes o enojados, o sintiéndonos culpables, o estando siempre temerosos en cualquier rincón. No abras esas puertas, pues si nos ha sido dado el poder del discernimiento y el sentido común, elige estar en paz que tu alma te lo va a agradecer.


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