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El poder del conjunto

lunes, 18 de enero de 2010 Dejar un Comentario

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A decir de los expertos el ser humano es un ente social, es decir, que las personas por natural tendencia buscamos vivir en comunidad. Y de hecho es así, basta con observar nuestra conducta para darnos cuenta de la interdependencia entre las personas, en la mayor parte de los aspectos de nuestra vida. De esta forma conviene tener claro que la calidad de nuestra propia vida, no sólo depende de un esfuerzo propio de autoformación y superación individual, sino que la forzosa convivencia con otros seres humanos, define una parte bien importante de la calidad con la que vivamos.
Simplemente reflexionemos sobre la manera tan importante de cómo nos afecta en nuestro comportamiento cotidiano el sentirnos amados, aceptados y respetados o no. Me atrevo a decir que todos nuestros tráumas, carencias y complejos, tienen su raíz precisamente en un trato desafortunado con los demás, ya sea nuestra propia familia o cualquier otro grupo humano con el que por alguna circunstancia tenemos, o hemos tenido que convivir.
Así pues, lo aceptemos o no, estamos obligados a relacionarnos con otras personas de una forma u otra. Y siendo así, lo que resulta más sensato es esforzarnos y estar siempre atentos para que las relaciones que establezcamos con los otros sean en la medida de lo posible, lo más impecables y sanas. Este simple hecho no sólo nos va a evitar un sin número de situaciones incómodas y dolorosas en el futuro, sino que nos abrirá puertas a oportunidades insospechadas.
Por otro lado, lo más probable es que más de una vez hayamos unido nuestros esfuerzos con los de otras personas para conseguir un objetivo en común (pareja, familia, escuela, trabajo, etc.). Y nos habremos dado cuenta con ello de lo difícil que llega a tornarse no sólo la convivencia sino el trabajo en común para hacer que ese conjunto de personas armonice sus esfuerzos al compás de un ritmo eficiente. Con todo ello resulta claro que muchos prefieren trabajar solos, dado que así no tienen que darle cuentas a nadie, no tienen que soportar la ineptitud, irresponsabilidad, o hasta la estupidez de los otros. Sin embargo quienes actúan de esta manera, ciertamente se evitan muchas molestias y enfados, pero por otro lado se pierden, y esto lo señalo enfáticamente, de la magia que genera el trabajo en equipo, y junto con ello las bondades que reciben todos los que participan con paciencia, generosidad y entusiasmo en cualquier proyecto en donde estén implicadas dos o más personas.
El estóico Marco Aurelio, sapientísimo emperador filósofo de tiempos del imperio romano, señaló una vez: “Lo que es bueno para la abeja, no siempre es bueno para la colmena. Pero lo que es bueno para la colmena, siempre será bueno para la abeja”. Y es que tratar de transmitir a través de una definición, las enormes bondades que reciben quienes generosamente aportan su esfuerzo y su energía a la comunidad, es tan inútil como pretender que alguien sepa a qué sabe el pastel de chocolate sólo explicándoselo. Para saberlo tiene que probarlo, sentir su textura, su sabor.
Pongamos otro ejemplo, sólo las parejas que se esfuerzan por superar sus diferencias, de cara a vivir con armonía su relación, puedes saborear las mieles del verdadero amor en pareja. Cosa que jamás entenderá quien de forma egoísta sólo busca su propio beneficio sin importarle el bienestar de los otros, por más que se lo expliquen.
Y pensando en todo lo dicho, ciertamente toma una gran importancia ese viejo proverbio que dice: “Una cadena es tan fuerte como el más débil de sus eslabones”. Concluyo con dos reflexiones, Cuando formemos parte de una cadena, esforcémonos por no ser el eslabón más débil. Y por otro lado, transmitamos nuestro saber por humilde que sea, para que los eslabones que se sientan más débiles, puedan sacar de las insondables y misteriosas profundidades de su espíritu, esa fuerza que todos llevamos dentro, y que cuando se manifiesta nos convierte en gigantes.

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