Agamenón de Esquilo
martes, 26 de enero de 2010
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El dios para esta época era Zeus, quien era el autor de la justicia divina. A él se le ofrecían ritos y homenajes. Aquí todos los personajes se rigen a la voluntad divina sin cuestionamientos. Pareciera que de todas formas, el destino implacable les cobra factura y no hay forma de evadirlo y evitarlo. Por tanto, bajo esta concepción divina, no existe libre albedrío ni libertad. La visión de la vida es trágica. El hombre llega a sus propios límites en la búsqueda de lo que busca, pareciera que nadie puede evitar este destino tan atroz.
Agamenón es un hombre con exceso de ambición. Acostumbrado a hacer su voluntad, a los placeres carnales, también es un gran líder. Logra ─no solo por medio de la fuerza física, sino por la astucia─ vencer al enemigo con el famoso Caballo de Troya. Sin embargo, a pesar de esos diez años de lucha, su final es infructuoso. Muere no en batalla, sino en manos de una mujer, su propia esposa. No deja de ser irónico.
El destino de los personajes es un destino común, pareciera que todos tienen sed de venganza, de sangre, como si prevaleciera la famosa ley del Talión “ojo por ojo, diente por diente”.
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