,

Insistir

martes, 23 de marzo de 2010 Dejar un Comentario

ESCUCHAR ESTA ENTRADA...






En el Egipto antiguo, una de las mayores condecoraciones otorgadas a un militar era la mosca de oro, como reconocimiento a alguna victoria importante alcanzada en combate, por su valor, pero por encima de todo por la persistencia y la tenacidad demostrada. Ciertamente, la mosca es un animalito que se caracteriza por estos aspectos, llegando a volverse hasta molesta debido a su terquedad, a su tesón de volver una y otra vez, de mil formas posibles a su objetivo. Tal pareciese, que no existe para ella otro propósito que conseguir a como de lugar eso que se ha propuesto. Y aunque arriesgando su propia integridad física en cada embestida, se vale siempre de la astucia, de su gran velocidad y de una atención siempre alerta.
Seguramente no es casualidad que los Egipcios, ese pueblo de cultura tan extraordinaria, haya elegido la mosca como símbolo para condecorar a sus mejores guerreros. Esto puede representar para nosotros, los hombres de nuestro tiempo una valiosa enseñanza si sabemos darle su justo valor. Actualmente nos fascinan las historias de gente exitosa, triunfadora, en todos los ámbitos, económico, profesional, laboral, deportivo, político, familiar, social, espiritual.
Y algunos llegamos a creer que estas personas son algo así como fenómenos, o casos raros de gente que ha sido favorecida por quién sabe que misterioso capricho del destino. Y que el resto de los “mortales” nos tendremos que conformar con pertenecer a esa masa amorfa, voraz e impersonal, que devora nuestra identidad cubriéndonos con el impenetrable e infame velo del anonimato.
Ante esto me gustaría hacer dos observaciones. La primera, es que no todas las personas exitosas son necesariamente famosas o populares. Actualmente se nos enseña una serie de tópicos que obligatoriamente hay que cumplir para convertirnos en personas de éxito, tales como tener mucho dinero, ser bien parecidos, mantenerse siempre jóvenes, ser famosos, ser obedecidos por todos y que nadie tenga autoridad sobre nosotros, vivir en una casa superlujosa, manejar un vehículo caro, etc.
En realidad lo que sucede es que confundimos el fin con sus consecuencias. Paso a explicarme. Todo lo enumerado anteriormente como sinónimos de éxito, no significa que no lo sean, al menos algunos. Lo que pasa es que confundimos el éxito con las consecuencias que la mayoría de las veces le acompañan, es decir, que una persona exitosa verdaderamente, en muchas ocasiones consigue consecuentemente una buena posición económica. Otras, adquiere fama y se hace popular, o se llega a ganar la autoridad como resultado del éxito en lo que hace, en fin. Pero la confusión radica en creer que a partir de las consecuencias vamos a conseguir ser exitosos. Admitir esto sería tanto como pensar que poniéndonos una sotana nos vamos a convertir en sacerdotes, o comprando muchos libros nos vamos a hacer sabios, o montando una bonita oficina nos convertiremos, sin más, en grandes ejecutivos.
La segunda observación, es que esos íconos del éxito (Cuando menos en su mayoría), no son seres inalcanzables que han sido favorecidos por la caprichosa diosa de la fortuna. Son personas como cualquiera de nosotros, con la única diferencia, que ellos han sabido persistir ahí, donde la mayoría se ha dado por vencido. En defensa de ellos tenemos que decir que para quienes han saboreado las dulces mieles del éxito, poco o nada se les ha dado tan fácil como muchos suponemos. Seguramente en más de una ocasión se han visto abatidos por la adversidad, o se han sentido abrumados por los mil y un problemas, crueles monstruos que impiden el paso a la gloria a quienes no tienen el coraje de encararlos y vencerlos.
Habrá también, quienes todo se les ha dado fácilmente, pero prefiero considerar estos casos como excepción a la regla y no como la regla en sí. Cada vez que tú tomes la decisión, de abandonar algún proyecto o camino, porque te sientas agobiado por tantos problemas que se te presentan, recuerda que quienes han alcanzado el éxito en ese mismo camino, lo hicieron porque ellos han tenido el valor de proseguir donde tú estás a punto de claudicar. Esto te dará fuerzas y fe en que tú también lo conseguirás si insistes lo suficiente. Pero si aún evocando la imagen de aquellos, eliges renunciar, no olvides honrar con respeto el trabajo de los que si llegaron hasta el final.
LA PIEDRA QUE TODOS LOS CONSTRUCTORES DESECHARON, ES LA PIEDRA ANGULAR, dice una antigua frase. Y yo te pregunto ¿Qué es aquello que constituye el fundamento en todo gran proyecto, pero que al mismo tiempo todo mundo lo desprecia?... LA DISCIPLINA, la capacidad de sostener una elección conscientemente tomada, esa facultad de insistir e insistir hasta conseguir lo que nos hemos propuesto. Aun que perdamos la motivación de los primeros momentos, aun que el camino que nos conduce a alcanzar nuestro objetivo nos abrume con obstáculos y problemas, aun que se te olvide por momentos porqué estamos ahí… aun que lleguemos a creer que nuestras fuerzas no son suficientes para conseguir la victoria.
Recuerda que cada quien lleva dentro de sí un poderoso gigante blanco de sublime presencia, pero se encuentra atrapado por una prisión cuyos barrotes son nuestras propias limitaciones. Y por cada vez que consigues alcanzar una meta que tú mismo te hayas propuesto, derribas uno de esos barrotes, y permites que se manifieste ese poderoso gigante blanco. Ganas en autoestima y en poder. Sí señor, atrévete a tomar el reto de vencerte a ti mismo, de abatir los barrotes de tu propia cárcel psicológica… Gánate tu mosca de oro.


Compartir


0 comentarios »

Escribir comentario!

Gracias por tu comentario