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Con El corazón en la mano

jueves, 4 de marzo de 2010 Dejar un Comentario

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Todas las personas en algún momento hemos vivido la experiencia de terminar alguna relación ya sea amorosa, familiar, de amistad, de negocios, etc. Y seguramente algunas de ellas no han acabado en los mejores términos.
Las relaciones que terminan mal en nuestra vida, siempre nos dejan un sentimiento incómodo y a veces doloroso, y en la mayor parte de las veces queda en nosotros una herida que es difícil de sanar, de hecho, en algunos casos quedamos marcados para siempre.

Cuando se quebranta una relación, sobre todo si el rompimiento viene de manera abrupta, se genera en nosotros un sentimiento de pérdida, acompañado de una vorágine de otros muchos como dolor, tristeza, angustia, miedo, ira, impotencia, etc. Sin embargo en esta ocasión no profundizaré más en esto, que se conoce como proceso de duelo, dejándolo para algún otro post. Ahora pretendo escribir sobre cómo evitar en la medida de lo posible que las relaciones que establezcamos con las personas y con el mundo tengan este trágico desenlace.
Lo que te voy a decir a continuación es de un gran valor, y créeme que si lo tomas en serio y le das la debida importancia puede evitarte mucho dolor innecesario. El secreto de una buena relación es la comunicación, por muy simple que suene así es. Repasa aquellas relaciones que han tenido un final desafortunado en tu vida y observarás como la razón fundamental que las precipitó al colapso tiene mucho que ver con una comunicación deficiente entre las partes que participaban en ella. A ver si te suenan familiares algunas de las siguientes expresiones:
Es que yo creí que…
Es que yo no lo sabía…
Es que tú nunca escuchas…
Te lo debí haber dicho antes…
Es que ese no fue el trato…
Yo nunca dije eso…
De haberlo sabido antes…
No creí que fuera importante decirlo…
Aguanté hasta donde pude, pero te lo tengo que decir…
Si alguien lo supiera ¿Dónde quedaría mi reputación?...
Si se lo digo lo (la) voy a lastimar…
Si se lo digo se va a enojar…
¡No quiero escuchar quejas!...
Y un largo etcétera.
La mayor parte de las personas creemos que somos seres racionales y pensantes, pero nada más lejos de eso. Casi siempre elegimos tiranizados por nuestras emociones en vez de hacerlo guiados por el discernimiento, es decir, que elegimos en base a lo que nos gusta o no nos gusta en vez de hacerlo conforme a lo que nos conviene o nos es útil. Muchas personas actuamos como niños berrinchudos, pero tenemos cuidado de disfrazar y justificar nuestras pataletas, con una máscara de lógica y sofisticación… ¿Te ha pasado esto alguna vez?, a mí sí, muchas veces.
Voy a compartir contigo un ejercicio muy divertido que me enseñó una persona muy querida y entrañable. Este ejercicio se llama “Con el corazón en la mano”, y tiene como propósito no sólo fortalecer la comunicación, con la pareja, el amigo, los padres e hijos, etc. sino que sanea de forma maravillosa todos esos “bichos” que obstruyen el canal de comunicación. Si lo vas a hacer con tu socio o tu jefe te recomiendo que lo adaptes convenientemente, pues si lo haces tal cual van a pensar que eres un inadaptado.
1.- Convoca a tu pareja, amigo, amiga, padre, hijo, o con quien vayas a hacerlo a una reunión de mucha importancia, que realmente lo es. Y tú también asume la importancia que tiene esto aunque su configuración sea la de un juego.
2.- Dibuja y recorta un corazón en cartón o papel, o lo que sea, esto es sólo simbólico.
3.- Se sientan uno frente al otro, de preferencia tocando las rodillas del contrario.
4.-Se establece que todo lo que se diga durante el ejercicio, por doloroso e hiriente que pueda sonar, tiene como único propósito sanear y fortalecer la relación comunicando cosas que en ningún otro momento se han podido o querido decir. Y que ambas partes se comprometen tanto a hablar con sinceridad, como a ESCUCHAR, no solo a oír. Esto es bien importante.
5.- Se comienza el ejercicio, que tiene 2 únicas y simples reglas:
a) quien tiene el corazón en la mano habla.
b) quien no lo tiene, NO puede hablar solo ESCUCHA.
Es indistinto quien empieza, lo importante es que quien tiene el corazón en la mano hable de verdad así, es decir CON EL CORAZON EN LA MANO, o sea con toda honestidad y con toda libertad, evitando de ser posible hacerlo en tono de reclamo o demanda. Aunque es válido enojarse, llorar y hasta reír, porque no sólo hay que comunicar las cosas feas, también podemos decir cosas bonitas que nunca nos hemos atrevido a expresarle al otro, por ejemplo decirle a nuestro hijo, o a nuestro padre, o nuestro amigo, o pareja que le queremos mucho y que estamos muy agradecidos con ellos, aunque nunca se los hayamos dicho.
Una vez que termina de hablar quien tiene el corazón, se lo pasa al otro, y ahora se invierten los papeles, quien antes hablaba ahora ESCUCHA, y quien antes ESCUCHABA ahora habla. Este proceso de pasarse el corazón de uno al otro, toda vez que se haya terminado de hablar, se puede hacer las veces que sea necesario, porque aunque uno piense que ya dijo todo lo que tenía que decir, al ESCUCHAR al otro se le vienen a la memoria más cosas que desearía comunicarle.
El ejercicio termina hasta que verdaderamente se considere que ya se dijo lo que se tenía que decir, y si se realiza bien, uno termina con una agradable sensación de quedar limpio por dentro y de haber soltado una carga muy pesada, es de verdad maravilloso. Hazlo tan periódicamente como sea necesario, recuerda aquel viejo proverbio de los egipcios: “Todo tiende a empolvarse”.
Finalmente te digo, querido lector, que este ejercicio es también un juego. Y aunque es imperativo tomarlo en serio, si piensas hacerlo, diviértete, y descubre cómo muchas veces detrás de tanta basura, dolor y enojo, con el que vamos dejando que se cubran nuestras relaciones con el mundo y las personas, existe un gran amor hacia los demás. Esto es algo tan bello, que sólo por eso vale la pena limpiar nuestros canales de comunicación, porque el amor es lo único que le da sentido a la vida. Y como ahora yo tengo el corazón en la mano, te deseo de todo corazón que lo que he escrito hoy te sea de utilidad.

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